Publicado: 24 de Octubre de 2016 a las 10:01
Malos tratos a las personas mayores.
Entendemos que “maltrato a mayores sería todo acto u omisión sufrido por personas de 65 años o más, que vulnera la integridad física, psíquica, sexual y económica, el principio de autonomía o un derecho fundamental del individuo; que es percibido por éste o constatado objetivamente, con independencia de la intencionalidad y del medio donde ocurra (familiar, comunidad e instituciones).” (1996, Primera Conferencia Nacional de Consenso sobre el Anciano Maltratado).
Actualmente en nuestro país un 17% de la población es mayor de 65 años. Existe un número importante de personas mayores que son maltratadas o tratadas de forma no adecuada, por sus propios hijos/as en el ámbito domestico o por cuidadores en ámbitos institucionales. Los malos tratos físicos, psicológicos, materiales y sanitarios pasan desapercibidos. Se “respeta” que la gestión de la atención a los mayores es propia de la unidad familiar. Igual que hace unas décadas, nadie se atrevía a decir como se puede castigar a un hijo cuando se porta mal y nadie hacia nada cuando un hombre obligaba a su mujer a hacer cosas que no quería, como por ejemplo tener relaciones sexuales. Porque quedaba dentro del ámbito de lo privado, era un asunto “familiar”. Esto mismo sucede ahora con la atención a los mayores. Muchos ancianos/as sufren una realidad que parece no importar a nadie, se les cambian los muebles de la casa aunque ellos no quieran o se decide por ellos que tienen que vivir en una residencia, o se les retira el derecho a gestionar su dinero y sus bienes, o se tiran objetos y recuerdos que para ellos son importantes, o se decide sobre su vida social, afectiva y sexual...
Las personas mayores no sólo tienen derecho a la plena protección social, sino también a vivir libremente y a conservar su independencia tanto tiempo como deseen o sean capaces de hacerlo, también a que se respete su intimidad. El derecho a decidir sobre su vida, dónde y como vivir es inalienable a todas las personas (salvo que sea valorada su incapacidad).
Las personas mayores son sujetos activos de nuestra sociedad y con derechos. Es hora de reconocer que la vejez es una realidad distinta a la que era, que los plazos de tiempo y la calidad de vida de las personas mayores precisa un espacio social distinto al que han tenido hasta ahora. Que las personas mayores tienen derechos y merecen un lugar en todos los ámbitos de la vida. No darles este lugar es una forma de maltrato y exclusión.
Una persona con 18 años entra en el mundo de los adultos y tiene libertad para gestionar su vida, tomarse una copa, tener relaciones sexuales, hacerse un tatuaje o gastarse su dinero en lo que quiera. Una persona mayor de 65 años parece perder su derecho a elegir en que gasta su dinero, que muebles tiene en su casa, donde vive, con quien se acuesta o si puede fumar o no. Claro que podemos juzgar como inadecuado las decisiones que toma otra persona, y claro que la vejez nos hace vulnerables a ciertos errores, igual que la juventud y la inexperiencia. Pero cada uno/a somos libres de gestionar nuestra vida.
Asesorar, acompañar y apoyar no implica incapacitar ni limitar la libertad del mayor.
Envejecer no significa ser incapaz. Evidentemente las personas, mayores o no, que por diversas razones de deterioro o enfermedad pierden su capacidad para gestionar su vida, son incapacitadas (valorado por profesionales) y quedan bajo el cuidado de un familiar/tutor o en otros casos bajo la responsabilidad de alguna institución. El resto de personas no incapacitadas, pero que pueden precisar apoyo externo, tienen derecho a tomar sus propias decisiones.
Insisto. Los mayores son sujetos activos en nuestra sociedad y con derechos. Trabajar no es la única ni la más importante forma de estar presente y ocupar un lugar en la sociedad. Los mayores de 65 años son parte de nuestra realidad y tienen derecho a ocupar, participar y construir una sociedad que les incluya. Esto empieza por reconocer su derecho a vivir su vida y tomar sus decisiones. No quitarles su derecho a elegir y a equivocarse.