Publicado: 24 de Octubre de 2016 a las 09:56

La sexualidad normativa y sus distorsiones.


El lenguaje se adapta al tipo de experiencias de una determinada cultura, el ser humano crea palabras y las modifica según lo necesita. El término “sexo”, del latín “sexus”, (originado en “sectus”, “sección o separación”), hace referencia a “pequeños grupos de familias nobles que se identificaban a ellos mismos como una unidad”. Aunque sea poco sugerente el significado original de “sexo” tiene que ver con la diferenciación, “sección distinta de otra”. Nuestra cultura es tremendamente “sexista” en el sentido estricto de la palabra, exige diferenciar y separar. Además lo hace de forma dual, (bueno /malo, alma/cuerpo, amor/sexo, hombre/mujer...), con estructuras dicotómicas jerarquizada que reflejan una ideología, lo “bueno” frente a lo “malo”, el alma frente al cuerpo, lo masculino frente a lo femenino, el amor frente al sexo y la heterosexualidad frente a la homosexualidad. Polos opuestos e incompatibles.


La “homosexualidad” (1868) del griego homós (que significa «igual» y no homo, «hombre») y del adjetivo latino sexualis, lo que sugiere una relación sentimental y sexual, aparece para hablar de una practica sexual patologizada y perseguida, la sodomia. En 1880 Gustav Jäger utilizó la palabra homosexual en su libro ‘Discovery of the Soul’, y acuñó otra de cosecha propia: heterosexual”. Palabra de genealogía extraña y contradictoria, que en 1892, en una revista científica de medicina, se definida como: “la atracción sexual patológica por ambos sexos”. Posteriormente fue empleada para designar “la atracción sexual excesiva y mórbida por el sexo opuesto”. Fue en 1934, cuando a "heterosexualidad" se le dio su significado actual: “atracción sexual por el sexo opuesto". (Luis Carbajal 2012). Ambos términos nombraban una “patología”, la heterosexualidad se sacude este pasado con rapidez y ocupa su estatus como referente de normalidad. La homosexualidad carga el peso de ser delito, pecado y enfermedad. Se repite la estructura dual bueno /malo. Es curioso que lo primero en nombrarse sea la homosexualidad (1868) y más tarde la bisexualidad (“heterosexualidad”1892), bastante más tarde se nombra la heterosexualidad (1934). Sin embargo parece que las palabras siempre han significado lo mismo y que la realidad siempre ha sido como ahora la vemos. Y que la bisexualidad como concepto es un “invento moderno”.


Las relaciones sexuales y afectivas entre personas del mismo sexo siempre han existido, igual que las relaciones con personas de distinto sexo, otra cosa es que tengan que ser entendidas y nombradas como “homosexualidad” y “heterosexualidad”. El término “homosexualidad” es confuso, limitado y limitante. Es el opuesto necesario para nombrar la heterosexualidad. Lo que estas palabras quieren separar, es una conducta sexual no valida: la distinta a la heterosexual. No define, sólo separa. Nace de la idea de patología, se centra en lo sexual ignorando lo afectivo, construye la orientación sexual como una realidad rígida, estable y polar (hombre o mujer), impide la vivencia espontánea y libre del deseo o el afecto, pues exige coherencia, estabilidad e identificación. El concepto de “homosexualidad” es muy reciente (145 años y sólo 26 sin ser considerada una enfermedad) y en tan poco tiempo hemos necesitado re-elaborar su significado una y otra vez para mantenerlo en uso. “Es más fácil usar homosexual como adjetivo que como sustantivo”. (Gatti-Diaz, 2010). “Existen tantas sexualidades como individuos....No hay una única verdad en torno a la sexualidad, y mucho menos dos únicas verdades, (homo y hetero)”. (Oscar Guasch, 2000). Lo mismo podría decirse de la palabra “heterosexualidad” que se ha re eleborado de una forma sorprendente, pasando de definir la bisexualidad, a la ninfomanía, andromanía o satiriasis, para luego pasar a nombrar la heterosexualidad tal como la conocemos, como refrente de normalidad sexual, relacional y de vinculo afectivo. Integrando al completo todo un conjunto de valores ideológicos en un término con una etimología que hace referencia a la sexualidad y la patología.


La bisexualidad aparece cuestionando la norma básica, la estructura dual. Hombre o mujer dejan de ser opciones obligadas e incompatibles. Si el deseo y el afecto se sienten y expresan de manera espontánea, el concepto de orientación sexual deja de ser necesario. El nacimiento de la bisexualidad como forma de mirar y nombrar, se enmarca en la revisión postmodernista del ser humano: Es antidualista, defiende perspectivas de pensamiento más amplias, promueve el pluralismo y la diversidad. Es irrespetuosa, entiende los textos históricos y las huellas de otras épocas no como “pruebas”, sino un producto elaborado por los grupos en el poder. Pone atención en como el lenguaje condiciona nuestra vivencia y promueve el relativismo. La bisexualidad, en apariencia el “hermano pequeño” de las orientaciones sexuales, resulta ser un término revolucionario y transgresor, de repercusiones tan profundas que es necesario cuestionarlo, por eso ha sido domesticado a base de golpes. Implica el cuestionamiento del concepto de orientación sexual y amenaza la necesidad cultural de “sexualizar”, separar y diferenciar las cosas. Esto resulta amenazante para la heterosexualidad normativa pero también para la homosexualidad, que también es normativa. Amenaza la identidad heterosexual y la homosexual. En la tradición “sexista” (de secciones separadas), heterosexuales y homosexuales tienen identidades exclusivas y excluyentes, normas de pertenencia, inclusión y exclusión, que les aportan identidad desde la diferenciación. La bisexualidad amenaza este estatus. No es “sexual”, no desarrolla su identidad y su contenido en función a la separación o diferenciación, sino en función a su vivencia. Por esto no es normativa, no sabemos cómo “ser” bisexuales, cuáles son las normas, cómo gestionar la intimidad y los afectos, el sexo o la pareja. Esto nos libera, pero también nos obliga a caminar sin mapa. Nos deja una vivencia libre y espontanea, pero quita la identidad, la construcción como grupo, la visibilidad y la pertenencia. La vivencia sexual queda en el ámbito de lo individual, del “aquí y ahora” de cada persona, esto es tremendamente sano pero nos exige una responsabilidad que nos sorprende y asusta. Nos expulsa de la sexualidad normativa, nos libera, pero nos deja fuera. En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y es el mármol, el médico y el paciente” (Erick From, El miedo a la Libertad, 1941)


La bisexualidad ha sido invisibilizada y despreciada (Bifobia). Se ha fagocitado su realidad desde la heterosexualidad y desde la homosexualidad. Por esto el pasado y la historia bisexual parecen estar desiertos, incluso a día de hoy lgunas personas tienen que invertir su tiempo en “corregir” las noticias como: “deportista lesbiana en los juegos de Sochi”, por “deportista bisexual en los juegos de Sochi”. La realidad se re interpreta para adaptarse a nuestra forma de entender y de nombrar las cosas y la bisexualidad no está aún en nuestra mirada, vemos en blanco y negro ( hetero/homo) y también recordamos así nuestro pasado.


Sigmund Freud en “Tres ensayos para una teoria sexual” 1905 ,se acerca al estudio de la sexualidad humana, es el pionero y gran referente. Nos define como esencialmente bisexuales, “solamente los desarrollos posteriores (post freudianos) canalizaban el impulso sexual en heterosexualidad u homosexualidad” (González, de Alba, 2003). La escala de Alfred Kinsey, (Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953) ) separa las manifestaciones afectivo sexuales en 7 categorías, 5 de bisexualidad más dos de heterosexualidad u homosexualidad exclusivas. Esto refleja la realidad de las manifestaciones afectivo sexuales en las personas analizadas (no la orientación ni la identificación, sino las practicas reales) y sólo el 5%-10% de la población puede ser considerada como exclusivamente heterosexual u homosexual, por lo que el resto (entre un 80% y un 90%) de los varones y mujeres estudiados pueden ser nombrados como bisexuales. Este estudio, revolucionario dinamitó el concepto de la mayoría heterosexual, sin embargo en aquel momento e incluso a día de hoy cuesta re interpretar estas cifras con conceptos más realistas y adaptados a los datos, como la bisexualidad o la pansexualidad. El concepto de orientación sexual tradicional es difícilmente sostenible en base a los datos sobre nuestras practicas y deseos sexuales reales, con los que contamos desde principios del siglo 20. Sin embargo el monopolio Homo/hetero se perpetua y se auto confirma. Hay mucho en juego.


El movimiento LGTB tiene su origen en el llamado Primer Movimiento Homosexual a mediados del s. XIX, protagonizado mayoritariamente por hombres en reacción a la dureza de las leyes anti sodomía. Más tarde esta lucha integra a gays y lesbianas en el Movimiento Homófilo (1945-1960), que intenta "limpiar" la imagen de la homosexualidad, integrando la parte afectiva. Se anhela ser “miembros respetables de la sociedad” y difundir el conocimiento científico que ayude a entender esta realidad. Hasta este momento otras variantes distintas a la homosexualidad, como la bisexualidad, no eran integradas y en ocasiones activamente rechazadas para diferenciarse de ellas y acercarse a la normalidad heterosexual, se necesitó hacer de la homosexualidad también una realidad normativa. Posteriormente aparece el Movimiento de Liberación Gay. El 28 de Junio de 1969 se produjo un episodio de acoso policial en una redada en el bar de ambiente gay Stonewall Inn, Nueva York. Por primera vez se protagoniza un enfrentamiento directo con las fuerzas del orden y los incidentes se extienden por la zona durante tres días. Se produce un efecto de unión de muchas y pequeñas organizaciones y grupos LGTB hasta entonces desarticulados entre sí. Es la primera vez en que se crea una idea de Comunidad, se inicia el Colectivo LGTB tal como ahora lo entendemos, en consecuencia un movimiento que integra, o al menos lo intenta, los intereses, necesidades y derechos de tod@s. Estamos hablando de una identidad como colectivo que se inicia en 1969 y como respuesta a un “enemigo común”. Pese a las buenas intenciones, estos grupos cuentan con trayectorias propias muy distintas y precisan de un tiempo para construir una identidad común. Es evidente que existen diferencias de poder, de organización, de tamaño y de ideología de entre ellos. Aún a día de hoy se sigue construyendo esta identidad plural e integradora. La bisexualidad, sigue siendo amenazante para la ideología de muchos de estos grupos, construidos en un marco “sexista”, rígido y polar. Y no es casual que sea la ultima letra de LGTB.

La bifobia se puede manifestar de muchas formas, algunas heredadas de la cultura heteronormativa y otras propias de la dificultad del propio colectivo LGTB para integrar su realidad. Se ha intentado invalidar la bisexualidad con tres argumentos: Homosexualidad encubierta, estado de confusión/inmadurez y vicio. La bisexualidad es una realidad, no es un concepto que interpreta los datos, sino un termino que describe lo que sucede. Este concepto ha evolucionado en dos lineas, la primera sigue los pasos de la tradición mayoritaria en EEUU y tiende a crear un “tercer grupo”, defendiendo la idea de “identidad bisexual”, como un proceso psicológico y social necesario. ( igual que lo hace con la “identidad homosexual” o la “identidad heterosexual”). Esta identidad repite el modelo “sexista” de diferenciarse y separarse para definirse, se crea un grupo con normas e ideología, que “define” que es ser bisexual y establece mecanismo de inclusión y exclusión. En otra línea de pensamiento ajena a estos esquemas, la bisexualidad se funde en su significado con el concepto de “pansexualidad” y da el paso definitivo para romper el sentido de la orientación sexual y la estructura de “secciones” definidas por sus diferencias. El afecto y el deseo, el enamoramiento, la admiración estética o romántica, la atracción, el vínculo, el morbo, etc. Simplemente toman forma de manera libre y espontánea en cada persona. No están condicionadas, ni nos dan una identidad, ni unos referentes normativos a cumplir. Este es un camino deseable pero difícil a nivel personal y social.


Los pájaros nacidos en jaulas creen que volar es una enfermedad” (A. Jodorwsky).


Personalmente entiendo la necesidad individual y social de que la bisexualidad tome cuerpo como grupo con identidad y se haga visible, que ocupe un lugar social y cree referentes. Pero es casi una obligación querer volar fuera de la jaula de oro y la bisexualidad bien entendida es una puerta de salida para escapar de la sexualidad normativa.


www.psicologojuanmacias.es