Publicado: 15 de Octubre de 2014 a las 11:32


La bisexualidad cuenta con una larga trayectoria como concepto teórico y como realidad social, no obstante sigue siendo cuestionada, ocupa un “segundo plano” y su credibilidad aún está en cuestión incluso en la atención psicológica especializada, no pocas personas acuden a consulta tras una "mala experiencia" donde otros/as profesionales han diagnosticado su bisexualidad como una homosexualidad que la persona tiene dificultad en elaborar, o como una etapa transitoria de "confusión" o experimentación.

La lectura de la diversidad sexual en términos dualistas y dicotómicos hace que algunos/as profesionales, con la mejor intención, descalifiquen la vivencia de la persona que acude buscando su ayuda y les adoctrinen en una vivencia polar, heterosexualidad versus homosexualidad. La diversidad sexual es mucho más amplia que estas dos categorías y la bisexualidad y la pansexualidad son una evidencia de ello.

El nacimiento, la defensa y progresiva consolidación de la bisexualidad como forma de mirar y nombrar, se enmarca de lleno en la revisión postmodernista del ser humano:

-Es antidualista: La estructura dualista de la cultura occidental limita el pensamiento (bueno/malo, hombre/mujer), el postmodernismo defiende las perspectivas de pensamiento que quedan fuera de un planteamiento polar o dicotómico. Además valora y promueve el pluralismo y la diversidad.

-Es irrespetuosa: Los textos históricos y las huellas de otras épocas, no son una herencia descriptiva de la realidad, ni una “prueba”, sino un producto elaborado y sesgado por los grupos en el poder. Anima a cuestionar, lo que se nos enseñó a no cuestionar.

-Da importancia a las palabras: Pone atención en como el lenguaje condiciona nuestra vivencia.

-Y promueve el relativismo: El post modernismo defiende que no existen las verdades absolutas, que accedemos a la realidad con limitaciones y que la verdad es relativa.

La bisexualidad resulta amenazante para la heterosexualidad normativa, pero también para la homosexualidad normativa. Amenaza la identidad heterosexual y la homosexual. En la tradición sexista, de secciones separadas, heterosexuales y homosexuales cumplen con las normas de tener identidades exclusivas y excluyentes, de tener normas de pertenencia, espacios y registros que les separan, que les aportan identidad desde la diferenciación. La bisexualidad amenaza este estatus. No desarrolla su identidad y su lugar en función a la separación o diferenciación, sino en función a su vivencia. No es rígida y normativa, es flexible y espontánea. Esto es tan revolucionario que aún es difícil incorporarlo en la realidad teórica y más aun en la faceta social y relacional.

La escala de Alfred Kinsey,(Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953) ) separa las manifestaciones afectivo sexuales en 7 categorías, 5 de bisexualidad más dos de heterosexualidad u homosexualidad exclusivas. Esto refleja la realidad de las manifestaciones afectivo sexuales en las personas analizadas (no la orientación ni la identificación, sino las practicas reales) y sólo el 5%-10% de la población puede ser considerada como exclusivamente heterosexual u homosexual, por lo que el resto (entre un 80% y un 90%) de los varones y mujeres estudiados pueden ser nombrados como bisexuales. Este estudio, revolucionario y sin duda un gran referente, dinamitó el concepto de la mayoría heterosexual, sin embargo en aquel momento e incluso a día de hoy, cuesta re interpretar estas cifras con conceptos más realistas y adaptados a los datos como la bisexualidad o la pansexualidad.