Publicado: 24 de Octubre de 2016 a las 09:59

Sexualidad masculina: Sexo, drogas y...disfunción.

El modelo sexual reproducido, base de la construcción cultural de la sexualidad en la tradición judeocristiana, nos exige cumplir las condiciones reproductivas para sentir nuestra sexualidad sana, adecuada y satisfactoria. Tal es la distorsión, que los hombres nos exigimos funcionar de una forma distinta a como nuestro cuerpo funciona, veamos algunos mitos:

  • Una “situación sexual” implica necesariamente la erección, que es “instantánea”, aparece desde un principio y debe mantenerse durante toda la relación sexual.

  • La erección debe culminar en un orgasmo/eyaculación en la penetración.

  • El hombre debe “tener ganas”, y responder “siempre”. No nos pueden afectar los inhibidores sexuales internos o externos. La respuesta sexual debe tener entidad propia, ha de ser independiente del contexto y de nuestro propio estado.

El consumo de sustancias está presente en el ser humano desde las primeras civilizaciones y mantiene una relación directa con la sexualidad, especialmente en relación al último de los mitos expuestos: la “independencia de la respuesta sexual”. La respuesta sexual esta condicionada por factores psicológicos y emocionales, así como con factores físicos. Por ambos elementos el consumo de sustancias merece un desarrollo específico en relación a la sexualidad en el hombre. Veamos algunas de las drogas más usadas y su efecto en la sexualidad, para desmontar mitos y entender un poco más como funcionamos:

Tabaco. Hay una clara relación entre el tabaquismo y la disfunción eréctil, Massachussets Male Aging Study, apunta que se duplica el riesgo de problemas en la erección. Uno de los efectos locales del tabaco por disfunción endotelial es alterar la síntesis del óxido nítrico, principal sustancia para relajar el músculo liso cavernoso del pene y favorecer la erección. Además las modificaciones en las arterias y las consecuentes asociaciones complican el estado de salud general. Otros productos tóxicos como el cadmio, disulfuro de carbono y cianuro hidrogenado disminuyen la entrega de oxígeno y el aumento del trabajo cardíaco, con ascenso del colesterol total, LDL y triglicéridos y descenso de la HDL. (A. Sapetti 2006). Por tanto el tabaco empeora de forma directa la erección, así como de forma indirecta por el deterioro general de la salud, la respuesta sexual general. En cuanto a la capacidad reproductiva, produce deterioro en el esperma.

Alcohol. Como depresor del sistema nervioso central, en su fase inicial adormece las capas superficiales del neocortex, donde se localizan las inhibiciones, por lo cual su primer efecto parece estimulante, especialmente en relación a aspectos mas íntimos y delicados como la sexualidad, propensa a estar inhibida. Su consumo está en muchas ocasiones asociado a las relaciones sexuales especialmente en jóvenes. Shakespeare ya decía sobre el alcohol que “provoca el deseo pero frustra la ejecución”. El alcohol tiende a retardar la excitación e inhibir la erección, sin embargo es utilizado como facilitador. Por ello es frecuente en hombres jóvenes un fallo en la erección asociado al consumo que produce inseguridad, ansiedad ante nuevos contactos y posterior disfunción eréctil de origen psicológico. Además, según algunos estudios (Walji y Kingston, 2007) parece que cantidades no muy elevadas de alcohol, pero con un consumo estable, producen que la hormona masculina, testosterona, se elimine más rápidamente y se produzca en menor cantidad, por lo que disminuye el impulso sexual así como la producción de esperma y la eficacia reproductiva.


Opio, heroína y opiáceos. Son también depresores, por tanto producen desinhibición y sensación de bienestar., Tras este efecto inicial se producen en el hombre alteraciones del interés sexual, el retraso en la eyaculación (a veces vivida como dificultad para alcanzar el orgasmo/eyaculación o eyaculación retardada) y el fracaso en la erección (desconexión entre la excitación sexual y la respuesta erectiva). Las alteraciones hormonales también podrían actuar como un factor importante, dado que el consumo prolongado de opiáceos puede producir dichas alteraciones. En el 61 % de los consumidores habituales, el impulso sexual disminuye y el 39 % tiene dificultades serias y permanentes para conseguir la erección. (A. Sapetti 2006).

Marihuana. Es un depresor de efectos parecidos al alcohol, ayuda en la desinhibición, relaja y produce sensación de bienestar. Sus efectos en la sexualidad no son concluyentes, existen estudios que señalan que potencia el deseo sexual con gran efectividad, pero otros señalan lo contrario. Algunos autores proponen que el efecto de la sustancia es poco predecible y potencia en cada persona su vivencia inmediata, existiendo una tendencia que puede variar y no siempre es estable. Su consumo frecuente, reduce los niveles de testosterona y puede causar disminución en la producción de espermatozoides, disminuye el deseo sexual y puede provocar disfunción eréctil. Un consumo persistente suele favorecer el desinterés por el sexo. En relación a la eficacia reproductiva, como inhibidor de la producción de hormonas masculinas, como el alcohol o los opiáceos, implica una reducción en la producción de esperma, a la vez que un mayor número de espermatozoides anómalos

Cocaína. Es un alcaloide natural, inhibe la recaptación de la adrenalina, la noradrenalina, la dopamina y la serotonina, estimulando el SNC. Existen dos formatos de consumo: el clorhidrato de cocaína y el crack. Es quizá una de las sustancias que tiene más fama de ser capaz de aumentar la excitación y la respuesta sexual. De hecho es utilizada como droga asociada el juego sexual. Sin embargo sus efectos presentan también consecuencias no deseadas (Kolodny, 2000), encontró un 17 % de consumidores con disfunciones eréctiles cuando consumía coca, y el 4 % había padecido priapismo (erección mantenida y dolorosa). La estimulación del SNC puede también facilitar efectos eufóricos y distorsión en la percepción de uno mismo y de la situación sexual. Su uso prolongado puede producir deterioro en el funcionamiento del SNC que influye, entre otras cosas, en la sexualidad.


Esteroides Anabólicos. Son usados para mejorar el rendimiento deportivo, especialmente en el desarrollo de la musculatura. A nivel hormonal el abuso de esteroides altera la producción normal de hormonas causando cambios reversibles e irreversibles. Entre los cambios reversibles están la disminución en la producción de esperma y la reducción testicular (hipogonadismo); entre los cambios irreversibles están la calvicie y el desarrollo de pseudo pechos (ginecomastia). A nivel cardiovascular se ha asociado con enfermedades cardiovasculares, La alteración de los niveles de lipoproteínas aumenta el riesgo de arteriosclerosis. Estos cambios merman considerablemente el deseo sexual y propician dificultades en la respuesta sexual en general, especialmente en la erección.


Anfetaminas y drogas de diseño. Las anfetaminas (elevadoras o de velocidad), son estimulantes que en un consumo moderado pueden producir exaltación y sensación de mayor deseo sexual; en dosis mayores o en un consumo frecuente, las anfetaminas reducen la excitación y disminuyen la respuesta sexual. Sus derivados o anfetaminas de síntesis: la metanfetamina o speed, MDA o droga del amor, MDMA o éxtasis, MDEA o N-etil, MDA o Eva. En líneas generales, aumentan la liberación de dopamina, produce una exaltación general, euforia y desinhibición, altera la percepción de la realidad y suelen tener un efecto social facilitador. Su consumo suele acarrear la disminución del deseo sexual, y en los hombres, provoca trastornos eyaculatorios, (Buffum 1986) se dificulta el orgasmo y se disminuye la capacidad de erección.


Nitrito de amilo. Denominado poppers, cuenta con fama de potente facilitador del placer sexual, especialmente en los hombres homosexuales. Es un vasodilatador, por ende sirve como relajante muscular, lo que propicia algunas prácticas sexuales. Además puede retardar la eyaculación e intensificar el orgasmo. El uso prolongado puede hacer perder la erección, son comunes los vahídos, los ataques de migrañas, las náuseas y la debilidad muscular, su uso continuo acarrea problemas coronarios y de presión arterial, con repercusión negativa en la salud general y en la sexualidad.


LSD. Dietilamida del ácido lisérgico, ‘tripi’ o ‘ácido’ Es un alucinógeno, esto implica la sensación de “viaje” y cambio en lugar-espacio-tiempo. La experiencia sexual es confusa y difusa. Su uso continuo provoca serios efectos en el SNC.

El consumo de sustancias asociado a la sexualidad, además de afectar al desempeño y vivencia del encuentro sexual, tiene otras dimensiones no menos importantes. La desinhibición, la exaltación o incluso los efectos de distorsión y alucinación marcan inevitablemente el grado de consciencia, responsabilidad y presencia en la vivencia sexual, esto implica varias consecuencias: A nivel sanitario, la conducta sexual responsable se ve amenazada (prevención de ITS, VIH y embarazos no deseados). La alteración de la consciencia propicia la transgresión de los límites propios y de otras personas. Además dificulta profundamente la vivencia consciente y responsable de los afectos, las emociones y la intimidad propios de la sexualidad.

El consumo de sustancias forma parte de la historia del ser humano y en buena parte asociado a su espiritualidad o transcendencia. No creo que sea oportuno hacer una lectura moralista ni de censura. Pero también es cierto que en la realidad actual hay un acceso a estas sustancias que no está regulado por rituales sociales, ni por la dificultad de acceso a ellas; esto nos obliga a un consumo auto-regulado, a construir los espacios, los ritmos y los rituales para disfrutar de esta sustancia y de nuestra sexualidad.

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