Publicado: 24 de Octubre de 2016 a las 10:19

Sexualidad masculina: Problemas Sexuales en el Hombre

Los hombres buscamos ayuda en relación a la sexualidad con menos frecuencia que la mujer (40% frente a 60%), y en general tras un periodo relativamente largo de espera. No estamos educados para “necesitar” ayuda y menos en lo sexual.

Las disfunción sexual más frecuente en hombres heterosexuales es la disritmia, en el 55,3% de los hombres (C. Sánchez-Bravo y colaboradores, 2002). Esta es en realidad una dificultad de pareja, que hace referencia al acceso al encuentro sexual, el momento o forma de mantener relaciones sexuales y su frecuencia. Este problema es consecuencia de los mitos e ideas previas sobre la sexualidad, de la idea de que la respuesta sexual es independiente y no se ve afectada por factores externos ni internos. Es importante responsabilizamos de nuestro placer, apetencias y necesidades, además de cuidar el espacio de intimidad sexual en pareja. La sexualidad no sucede de cualquier forma, ni en cualquier contexto, cuidar los tiempos y los espacios, permitiendo condiciones favorables para una intimidad de calidad, permite que el deseo y la apetencia sexual aparezcan y se desarrollen de manera satisfactoria.


La segunda demanda más frecuente es la eyaculación precoz, en el 42,5%. La propia construcción del problema se hace desde un criterio de tarea asociado a la penetración y al orgasmo. Masters y Johnson (1976) consideran que “…un hombre es eyaculador precoz cuando durante la introducción intravaginal, no puede controlar la eyaculación por un período suficiente para satisfacer a su cónyuge aunque sea en el 50% de sus contactos sexuales”. Es una etiqueta de fracaso en el desempeño sexual. La eyaculación precoz es una realidad compleja; en muchas ocasiones es simplemente la exigencia de tener un desempeño sexual más profesional, querer “durar más” como si de una actividad deportiva se tratase. En hombres jóvenes o con poca experiencia sexual es normal que el orgasmo/eyaculación aparezca antes. En ocasiones el aprendizaje y la costumbre de un patrón eyaculatorio, el ritmo o tempo en las masturbaciones y/o encuentros sexuales habituales, nos acostumbra a una “velocidad” sexual. Como ya señalaba Kaplan (1988) la eyaculación se puede contener, aprendiendo a identificar las sensaciones previas y a modular la activación de la respuesta sexual. Aunque sólo una parte de estos casos responde realmente a una situación problemática que limita la vivencia sexual del hombre, el tratamiento en terapia sexual arroja una efectividad superior al 90% en este tipo de situaciones.

En tercer lugar encontramos el llamado deseo sexual hipoactivo o falta de deseo, en el 30,5%. Se hace evidente que existen inhibidores sexuales y que la respuesta sexual del hombre no es “independiente”. Los factores emocionales así como los problemas interpersonales y psicológicos influyen de forma clara en el deseo sexual. Además hay variables puramente físicas que nos afectan como drogas y algunos medicamentos, lesiones de espalda, hiperplasia prostática benigna, problemas de riego sanguíneo, daños nerviosos, diversas enfermedades (neuropatía diabética, esclerosis múltiple, tumores), fallos en varios sistemas orgánicos (como el corazón y los pulmones), desórdenes endocrinos (problemas en tiroides, pituitaria o glándula suprarrenal), deficiencias hormonales (déficit de testosterona, estrógeno o andrógenos) y algunas enfermedades congénitas. Tomar consciencia de qué elementos nos están condicionando, ayuda a normalizar la vivencia. Un enfoque multidisciplinar permite tratar o al menos compensar las dificultades. Es muy importante no etiquetar como disfunción una realidad sexual sana y normal, no todos los hombres, ni en todos los momentos, tienen un deseo sexual alto. Eso es absolutamente normal.

La disfunción sexual que aparece en cuarto lugar por su frecuencia, es quizá la más nombrada y temida: las dificultades en la erección. Disfunción eréctil o impotencia erigendi, aparece en el 14,2%. La erección (Kaplan, 1988). “…es un reflejo neurovascular que depende del correcto nivel hormonal, la sana anatomía del pene, la adecuada provisión vascular, y un sistema nervioso intacto y en buen estado de funcionamiento”. Las definiciones clásicas de la erección la presentan como una realidad anatómica, casi mecánica. Además las farmacéuticas y otras empresas tienen grandes intereses económicos en juego en la concepción de la erección como una realidad física, especialmente desde la aparición de medicamentos tipo Viagra, Cialis o Levitra. En hombres de edad media, suele ser la principal causa de consulta, según el The Massachussetts Male Aging Study, el 52% de los hombres de entre 40 y 70 años muestran algún grado de disfunción eréctil. De nuevo la concepción de la disfunción adolece de un cierto sesgo, nos exigimos tener una respuesta eréctil estándar a los 20, los 40 o los 60 años, y aunque nuestra cultura se esfuerce en retrasar el envejecimiento y los cambios corporales, es innegable que existen cambios relacionados con la edad. Aunque muchos hombres conserven sus erecciones, su pelo o su dentadura, en buen estado a los 60, es absolutamente normal que la respuesta del cuerpo cambie. De los casos donde existe realmente una disfunción, la mayoría están relacionadas con factores psicológicos, otra parte con factores físicos (Enfermedades vasculares: Diabetes, enfermedades cardio-vasculares, tensión alta, fallo renal, etc. Efectos post-operatorios: Cirugía de próstata o intestino. Otras enfermedades: Cáncer de próstata, enfermedades neurológicas, por ej., esclerosis múltiple y enfermedad de Parkinson, traumatismos. Efectos secundarios de medicamentos, etc.). Los reflejos autónomos responsables de la erección son bastante delicados y se ven afectado con facilidad por factores emocionales y psicológicos. Es en todo caso una respuesta normal y provisional del cuerpo, que se regula sola.

El modelo sexual reproducido, base de la construcción cultural de la sexualidad en la tradición judeocristiana, nos exige cumplir las condiciones reproductivas para sentir nuestra sexualidad sana, adecuada y satisfactoria. Aunque la sexualidad sea mucho más que una intención o un medio reproductivo. Tal es la distorsión, que los hombres nos exigimos funcionar de una forma distinta a como nuestro cuerpo funciona, veamos algunos mitos:


-Una “situación sexual” implica necesariamente la erección, que es “instantánea”, aparece desde un principio y debe mantenerse durante toda la relación sexual.

-La erección debe culminar en un orgasmo/eyaculación en la penetración.

-El hombre debe “tener ganas”, y responder “siempre”.


Estas premisas son absolutamente falsas, aún así conservamos el anhelo y el gusto por cumplirlas.


La sexualidad no es una tarea, ni tiene objetivos (no confundamos sexualidad con reproducción, ni con deporte) no tiene sentido vivirla en términos de productividad, rendimiento, éxito o fracaso. Es una faceta de relación con nosotros mismos, nuestro cuerpo y nuestras emociones. A la vez que el espacio de encuentro más intimo con otra persona. El placer, la comunicación, la seducción, el morbo, el orgasmo, el amor, la ternura, el poder, la sensualidad y otras tantas facetas de la sexualidad, no son tareas, ni objetivos, ni son obligatorias. Simplemente son múltiples formas en que la sexualidad se manifiesta, aparece y nos brinda la oportunidad de disfrutar de ella. En cada ocasión tomando su forma.

La sexualidad es una oportunidad de crecimiento y tiene sentido aprovecharla

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